Ésta es la historia de mi vida...
Un momento, ¡quietos parados todos! Por Dios... Una vida no se resume en lo que se va a contar en el siguiente mini relato, sí, pequeño relato existencial (hay que llamar a las cosas como son, caray) sin ninguna causa en especial nada más que para no aburrirme y adornar un poco más este sitio con las preciosas letras celestes como si fueran estrellas en un cielo oscuro... Bello, ¿verdad? Pues claro que sí, así que no me llevéis la contraria, anti-ecologistas... ¬.¬
Bueno, a lo que iba antes de irme por las ramas, ¡cómo no! Y seguir relatando mi pequeño dilema que se basa exactamente en el poder que la música ejerce sobre mí.
Todo empezó un día en el que me levanté, como lo llevo haciendo el resto de los días en el que mi corazón no ha hecho más que bombear sangre para que me mantenga con vida, y decidí descargar una nueva canción que había escuchado en la radio la noche anterior y de la cual había tomado nota mental urgente, la canción era One Way Or Another del grupo Blondie. Nada más escucharla mi cerebro trabajó enviándome imágenes que contenían los momentos exactos que había pasado escuchando aquella canción en el reproductor de CDs ya muerto y enterrado, en los cuales me sentía toda una maestra imaginaria de la guitarra eléctrica en plenos años setenta, año en el que se formó la banda.
Así fue cómo con la simple descarga y las ganas de volverla a tener atesorada en mi móvil para escucharla las veces que me hiciera falta, me hizo darme cuenta de que tenía un grave problema frente a mis ojos...
Corregí cada fallo en la información de la canción, le puse el autor, el intérprete de la canción, el año, el título correcto con mayúsculas y minúsculas, el género, la caratula del CD, lo pasé a la carpeta en la que guardaba toda mi lista preciada de música y luego repetí el mismo proceso de envío a mi reproductor portátil de música, mi móvil, un sonicericson la mar de mono y cuco... y en cuento estaba a punto de terminar la transferencia del archivo con éxito aparece en medio de la pantalla del ordenador un mensaje, un estropeaplanes y un aguafiestas que me arruinó la existencia. En medio de todo aquello apareció el más doloroso mensaje a parte de que me dijeran que se había acabado el chocolate en el mundo (cosa que espero no suceda nunca de los jamases), allí con letras negras y afiladas amenazaba el mensaje: Memoria insuficiente. ¡Que me parta un rayo! ¿Qué clase de castigo divino era aquel?
Al cabo de más de cinco minutos de indecisión y sufrimiento tuve un momento de lucidez que me llevó a tomar la decisión de borrar archivos que ocupaban espacio en la memoria. Lo borré pero seguía con el mismo problema de antes, seguía apareciendo el dichoso mensajito desagradable, lo que me llevó de nuevo a un momento de inseguridad en el que no hacía más que preguntarme en si borrar o mantener la música. No me gustaba despreciarla borrándole como si no me importara en lo más mínimo, pero así debía de ser, dejar paso a la próxima generación aunque les llevara décadas de diferencia. ¡Qué más daba aquello ya que yo quería escucharla en ese preciso momento! Así que tomé la dura decisión de borrar canciones que no escuchaba desde hacia siglos. Vale, siglos no ya que era pasarse un pelín, pero vamos, que no las escuchaba ya desde hace ya un tiempo pronunciado. Abrí la carpeta donde guardaba la música y fui borrando canción por canción hasta dejar espacio suficiente como para un par de canciones nuevas a estrenar. ¡Yupi!
Pero el recuerdo de haber borrado melodías que formaron parte de mi día a día me hizo sentir cierto dolor que me oprimía el pecho, pero lo bueno de esto es que como los tenía guardados en el ordenador los podía escuchar y repetir las veces que me entraba unas ganas infinitas de sumergirme en un mar de melodías llenas de magia y encanto que me hacían sentir totalmente relajada. Algo que tan solo la música conseguía para mí.
2 comentarios:
Si mi orde me dice algun vez "Memoria insuficiente" voy y me compro un iPod nuevo con 16 Gb... Qué crueldad, te compadezco :)
:D
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